jueves, 29 de enero de 2015

La Leyenda De La Brandada De Bacalao.





Hablamos de otra de esas comidas antiguas que surgen desde el repertorio popular de platos sencillos y que por mérito propio pasan a formar parte de las mesas elegantes de los grandes templos gastronómicos.
Es quizás la brandada uno de los paradigmas reconocidos de este tránsito.

El devenir de este sencillo plato popular nos lleva a comprender cuál ha sido su historia.
Sus orígenes están cargados de una inteligente humildad, tres ingredientes que garantizan el aporte de proteínas y grasas, completados por los hidratos de un buen pan.
Ajo emulsionado con aceite de oliva a los que se les añade el bacalao.
La brandada es efectivamente una deliciosa comida antigua que saca el mejor partido de sus tres ingredientes populares.

En definitiva la esencia de la dieta mediterránea.



Esta sencilla formula nos da también una idea clara de su localización, el área de influencia del aceite de oliva y del bacalao, toda la zona meridional de la cuenca del Mediterráneo desde el levante español hasta Liguria en Italia.

Ya hemos estado hablando en este blog de la importancia del bacalao en la historia de la cocina, de sus orígenes inciertos pero claramente ligados a los pueblos del  norte de Europa, a los que posiblemente acompaño en sus viajes hacia tierras cálidas allá por el año 1.000.
 
La brandada tiene parientes cercanos en la cocina popular, no son pocas las recetas que aprovechan las características del aceite y el bacalao, al que a veces acompaña el ajo y en ocasiones alguna hortaliza como la patata.
Ya hemos estado hablando de alguno de estos platos. La torta de ajos tiernos, el atascaburras manchego, el ajoarriero aragonés,  incluso el propio alioli.




Desde estos sencillos orígenes llenos de dignidad, la brandada llega a la gran cocina cortesana de Paris con la nueva burguesía tras la Revolución Francesa.
Es la consolidación de la cocina que acompaña a esta nueva sociedad la que recoge este plato popular, no sin perder algo de su esencia para adaptarla al gusto de sus paladares.
En su deriva la brandada deja atrás el sabor del ajo y matiza la rudeza del aceite de oliva con mantequilla y leche.

Es el propio Alejandro Dumas en su enciclopédico Gran Diccionario de Cocina quien nos describe profusamente su enorme pasión por este plato provenzal.
Atribuye la consolidación de la popular receta del Longuedoc al hostelero del Palais-Royal, con una descripción exacta y minuciosa de su delicada elaboración.

Vamos de nuevo a jugar con la historia en nuestras cocinas.


Delantal.




Necesitamos un buen bacalao, algo de ajo, aceite de oliva y leche o crema.
En algunos recetarios se añade algo de patata cocida, un interesante ingrediente que puede restar suavidad al resultado final.





Como todas las recetas en las que utilizamos el bacalao hay que tener la precaución de desalarlo de forma adecuada.
Normalmente necesitamos un reposo en agua clara de unas 24 horas, cambiando el agua alguna vez.

Como ya nos advierte Alejandro Dumas se trata de una receta que, al igual que el alioli, requiere una cierta técnica basada en el movimiento constante y rítmico de nuestra mezcla, en este caso sobre el fuego.




Hay que escaldar el bacalao, se trata de hervirlo un instante.
Lo dejamos reposar escurrido y lo troceamos menudo.




Necesitamos una cazuela amplia con un fondo de aceite, también podemos añadir algo de mantequilla.

Añadimos un diente de ajo picado sin el germen interior, una vez algo cocinado añadimos el bacalao y removemos lentamente con una maja sobre un fuego suave.




La esencia de este plato es ir removiendo de forma rítmica, constante y ordenada.




Vamos añadiendo la leche en pequeñas cantidades y obtendremos una crema homogénea de un atractivo color blanquecino.




Es posible que necesite algo más de aceite.
Corregir la sal.

The End.




La brandada se suele acompañar con pan.

Es el plato perfecto para una reunión algo informal, aunque no desmerece como entrante para una buena comida.


Hay una interesante variante de este plato que consiste en gratinar en el horno el resultado final hasta que la superficie tenga un tono dorado.



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