miércoles, 3 de septiembre de 2014

Pisto De Calabacines.





De nuevo recordamos la interesante gastronomía de La Mancha.  

Esa región del centro de España llena de contrastes insospechados que se reflejan muy bien en su extraordinario repertorio de comidas, que se conocen desde antiguo y hunde sus raíces en la cocina ancestral mudéjar y sefardí.

Como muy bien supo contar Miguel de Cervantes en las andanzas de Don Quijote y Sancho.

Ya hemos estado hablando en este blog de los pistos y muchos de sus parientes repartidos por todo el Mediterráneo. Desde la rataouille provenzal, a la musaka griega, hasta la granada y el tumbet de Mallorca.

Esta acertada unión de hortalizas, que hábilmente cocinadas y aderezadas constituyen comidas de un especial interés, ha sido muy fecunda y han llegado prácticamente intactas hasta nuestros días.
Son, sin duda, parte importante de la más que nombrada Dieta Mediterránea y de su paradigma de alimentación adecuada a nuestra salud.

En esta ocasión vamos a cocinar una comida de una enorme simplicidad, lo cual no debe dejarnos menospreciar su gran calidad.
Vosotros mismos podéis comprobarlo.


http://www.celtiberia.net/


El conocido como pisto manchego es una suculenta comida que se obtiene de freír de forma independiente, pimientos, tomates, cebollas, patatas, calabacines y berenjenas.
Los productos de temporada de cualquier huerto domestico que se siguen cultivando en casi toda esta región.
Pero se trata de una comida versátil con algunas combinaciones posibles, según los ingredientes de que dispongamos.

El pisto a lo largo de su historia ha sufrido algunas transformaciones.
En su origen el pimiento rojo sustituía al tomate, que a pesar de haber sido traído desde América en los primeros viajes, aún estaba ausente en las cocinas.
En los tiempos antiguos se freía con manteca de cerdo y se añadía tocino y miga de pan, lo que constituye una comida de una vez.


Resulta paradójico que de estos dos interesantes productos que llegaron a Europa con Cristóbal Colón, el pimiento tuvo una rápida adaptación, sobre todo la  variedad seca y molida conocida como pimentón, muy extendida en La Mancha y en Extremadura, que fue ofrecida como regalo a los Reyes Católicos.



http://www.origenespana.es/


Si su cultivo fue tan fugaz y extraordinario en España se debió a la habilidad botánica de los monjes Jerónimos del Monasterio de Yuste en Guadalupe, y de ahí paso a su filial del monasterio de La Ñora en Murcia, con cuyo nombre se reconoce la variedad mas común.

El pimentón era lo más parecido a la codiciada pimienta que andaba buscando el almirante en las Indias.

Los Católicos Reyes que habían sufragado  esta costosa expedición no consiguieron la anhelada pimienta pero si el pimentón, un curioso fruto desecado y molido, que por un juego del destino heredo el nombre de la pequeña y valiosa baya. 
En definitiva una sencilla cuestión de género.

Sus valiosas propiedades como especie y como conservante le abrieron las puertas de las cocinas.

Su compañero el tomate tuvo menos fortuna, el extraordinario parecido de su planta a la belladona, un potente veneno muy de moda en la época, sobre todo en las cortes italianas, lo relego de nuestras comidas hasta bien entrado el siglo XVIII.


En esta ocasión usaremos estas hortalizas solo como curiosidad, vamos a cocinar una variante algo reducida que probé en casa de unos buenos amigos manchegos, compuesta solo por calabacín y cebolla.







Delantal.





Necesitamos calabacines y cebollas.


Pelamos los calabacines quitándoles la piel.
Los partimos en trozos regulares de un tamaño pequeño procurando no utilizar las semillas.



Nos puede ayudar trocearlos en dos partes y colocarlos apoyados en forma vertical e ir rebanando la pulpa exterior desechando la parte interior de las semillas.



Ahora picamos las cebollas lo más pequeño posible.
La proporción entorno a una cebolla grande por cada calabacín.




Necesitamos una cazuela amplia. 
Colocamos un fondo de aceite abundante.
La receta original consiste en freír los ingredientes con aceite abundante, pero valiéndonos de la cebolla y su interesante jugo, podemos reducir la cantidad de aceite sin perjudicar el resultado.

Primero al cebolla a fuego moderado, no demasiado tiempo, lo justo para que evapore parte de su jugo.


Entonces añadimos el calabacín y trabamos bien.
Debemos dejar destapada la cazuela a fuego medio al principio.



Es una comida que requiere paciencia, es de elaboración lenta, hecha sin prisa. Solo precisa moverse de vez en cuando.
Veréis como el jugo se va evaporando y va adquiriendo la mezcla un color dorado.

Cuando notemos que nuestras hortalizas están cocinadas usaremos un utensilio de cocina para ir machacando las verduras en la misma cazuela sobre el fuego hasta formar una unión homogénea y bien trabada.
El tiempo de cocción es orientativo pero no menos de 1 hora, veréis que el jugo se va evaporando casi en su totalidad.
El olor de la comida hecha indica el final y precede a su delicado sabor.



Podéis añadir algo de sal y pimienta negra molida, incluso no le sobra orégano como en la receta tradicional.


The End.






Esta es una comida con muchas aplicaciones que admite bien el reposo, incluso se puede conservar en botes cerrados esterilizados, como es costumbre en su lugar de origen.

La podemos tomar sola o acompañando a multitud de otras comidas.

La lista de posibilidades es tan amplia como nuestra imaginación nos permita.

Acompaña a carnes, pescados y otras verduras. Puede servir para suflés, quiches, masas, rellenos…



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