jueves, 12 de junio de 2014

Canapé frio-VII. Queso Manchego Y Romero.






Otra ligera sorpresa. Un sencillo bocado que nos trae a la memoria sabores de antes. 
Un recuerdo a comidas envueltas en el aroma del campo.

Una comida de pastores. La unión del sabor de un buen queso de oveja, o de cabra, unido al sutil aroma del romero macerado en aceite, envuelto en la base de un buen pan que recoge a ambos sabores.

Los quesos manchegos están elaborados fundamentalmente a partir de leche de oveja, es una preparación localizada en esta bonita región del centro de España vinculada a  una gastronomía de un enorme interés, de la que ya hemos estado hablando y hablaremos, en más de una ocasión.


Se trata de una de las comidas tradicionales españolas más conocida, muy vinculada al pastoreo y la trashumancia con múltiples referencias que se pierden en el tiempo.

Es precisamente el escritor Miguel de Cervantes quien asocia definitivamente este tipo de quesos con la región de La Mancha. Y a partir de esta significativa referencia multitud de autores, sobre todo en tratados de gastronomía, han ayudado a consolidar esta idea.

El queso manchego cuenta con el reconocimiento de su Denominación de Origen desde 1.982.

En esta ocasión vamos a adaptarlo a nuestros tiempos modernos de prisa.
Una comida fácil de preparar que seguro acompaña cualquier momento agradable en vuestra casa.

La posibilidad de un buen aperitivo o de una merienda.


Delantal





Necesitamos un buen queso de tipo manchego que este algo tierno para poder cortarlo no demasiado grueso. Podéis incluso encontrar algunos ya cortados de bastante calidad. En todo caso elegir un queso de buen sabor no demasiado curado y procurar que se encuentre a temperatura ambiente para poder apreciar los múltiples matices de su interesante sabor.





Otro de los ingredientes importantes es el aceite de oliva, otro prodigio de la naturaleza también vinculado a la gastronomía de España.
De la multitud de aceites de oliva de indiscutible calidad que podemos encontrar os aconsejo utilizar uno algo afrutado.
Yo tengo cierta predilección para esta ocasión por los aceites cordobeses de Baena, pero hay otros muchos que proporcionan este interesante matiz.

Nuestro tercer ingrediente, el romero, nos completa la referencia a sabores antiguos de campo, la naturaleza en nuestras mesas.

El aceite macerado en romero podemos conseguirlo con cierta facilidad en nuestros comercios habituales, pero yo os aconsejo dedicarle un poco de tiempo a elaborarlo nosotros.

Es muy sencillo.




Es preferible disponer de romero fresco, siempre debéis de tenerlo cerca. Aparte de aderezar muchas de nuestras comidas de forma insustituible, es un conocido talismán contra los malos augurios, además de una planta medicinal.

Lavamos bien el romero y cuando este seco lo cortamos en trozos bastante pequeños, solo las hojas.




Lo mezclamos con el aceite y lo dejamos reposar a temperatura ambiente durante bastante tiempo, podéis incluso tenerlo preparado habitualmente.

Ya seguiremos hablando de la transformación de este primer paso en interesantes salsas y otras alquimias.




Cortamos nuestro pan en trozos regulares sin corteza.
Extendemos bien el aceite macerado, os ayudara impregnar los panes juntos.



Colocamos el queso de forma ordenada entre dos trozos de pan, incluso añadir mas queso entre tres partes de pan.

Aplastamos ligeramente con un rodillo.





Volvemos a perfilar y partimos en trozos regulares para distribuirlos.








The End.



Podéis acompañarlo de alguna fruta de tamaño pequeño como uva o cerezas, el suave dulzor os ayudara a potenciar el sabor del queso y el agradable matiz picante del romero.






Solo necesitáis cualquier buen vino tinto manchego o algún amontillado frío.


Si añadiéramos carne de membrillo junto con el queso estaríamos entrando en el apasionante mundo de las meriendas.



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