martes, 12 de marzo de 2013

UN INQUIETANTE MOVIMIENTO REVOLUCIONARIO


     Slow Food. Un futuro agradable.




Hace algún tiempo que escuche hablar del Slow Food. Me lo comentaron en el restaurante de una amiga Italiana, mientras pedíamos la comida jugueteando con la carta.


(Me interesa mucho leer la carta de los restaurantes, le dedico bastante tiempo. Tengo muchos amigos que las coleccionan, no diré sus nombres para que no se las reclamen.)

No le preste demasiada atención, pero en la carta se hacía referencia a las posibilidades de comer productos cercanos, con la consecuencia del ahorro en logística, aparte de mejorar las condiciones de comercio de las empresas locales.

Este restaurante se llama Cortijo Vistalegre y está situado en Cazalla de la Sierra, en la Sierra Norte de Sevilla, hasta donde ha llegado esta señora italiana, siguiendo el amor.
Concretamente, en este caso a su marido, que es oriundo de aquella zona. Una bonita historia, con un final feliz.

La expresión de cuento; Fueron felices y comieron perdices, está en este caso muy bien aplicada, tanto a esta pareja como para los asiduos a su establecimiento, ya que elaboran unas empanadillas de perdiz que se recuerdan.



¿Qué es exactamente el Slow Food.?

Es un movimiento que surge en los años 80 en Italia y se extendió a otros países. Su base está en dos conceptos fundamentales.

De un lado al reivindicación de la buena alimentación, de la buena comida, asociada a los ritmos de producción natural. Una búsqueda de los sabores auténticos, a través de una selección sistemática de los ingredientes atendiendo a su forma de producción.
Una especie de alternativa natural a la comida globalizada y estandarizada de las grandes cadenas de producción mundial. En definitiva, una alternativa a la forma de vida basada en la producción industrial.

Este aspecto incide directamente en el segundo componente fundamental de este movimiento, una parte más reivindicativa, basada en un compromiso con el medio ambiente.
Aúna el placer y la necesidad de la buena comida, con el respeto a la naturaleza en los sistemas de producción y distribución de los alimentos.

Esto, expresado de una forma muy genérica, ha tenido unas consecuencias muy interesantes en la búsqueda de alternativas a una alimentación saludable desde la perspectiva de una mejora generalizada de la calidad de vida del individuo.

Un rechazo suave a una forma de vida agotada.
Se trata de un movimiento basado en el más puro romanticismo.

La búsqueda de ritmos de vida pasados para aplicarlos a una perspectiva de futuro, de una forma nada desdeñable.
Desde la selección de lo que queremos comer hacemos una interesante reflexión sobre nuestra forma de vida y las relaciones del individuo con su entorno inmediato, distinto y singular.
Una forma de interactuar con nuestro medio cercano, conociéndolo en profundidad, asociando a la comida su lugar de origen, con los invariantes propios de cada comarca, en una búsqueda de la identidad cultural.




El Slow Food enlaza directamente con la conocida como permacultura.

Es un movimiento ecologista que surgió en Australia en la década de los años 70. Trata de la producción agropecuaria sostenible, una alternativa a la industrialización de la agricultura y la ganadería.
Este movimiento se desarrolló en la siguiente década llegando a diseñar hábitats sostenibles para la vida del ser humano.
Una búsqueda del equilibrio en la producción de alimentos basada en un respeto al medio ambiente. Su lema fundamental, Cuidar de la tierra y de las personas.

Este movimiento incide también en el reparto de excedentes de zonas más fértiles hacia otras mas desfavorecidas.

Pero, ¿porque surge en Australia?.

Os resultara curiosos saber que este país-continente junto con Nueva Zelanda, fue uno de los primeros en desarrollar en los años 50 una industria agropecuaria masiva. 

La logística militar de la Segunda guerra Mundial, donde el pacifico paso de ser un mar desconocido y exótico a, prácticamente un pasillo comercial. Supuso que Oceanía ya no fuera el continente perdido.

Resulta aún mas paradójico saber  que recientemente una de las mayores industrias de cría en cautividad de ciervos y alces, situada en este país, acababa de cerrar sus puertas. 
El objeto de estas gigantescas granjas-reservas era proveer al mundo oriental de un afamado elixir afrodisíaco que se obtiene, desde tiempos inmemoriales, del desmogue de las cuernas de estas criaturas. 
El motivo, la globalización
La producción y distribución a nivel mundial de un fármaco, la viagra, ha acabado definitivamente con esta industria ancestral.

Estas macro industrias no solo proveían el mercado oriental de tan cotizada sustancia, ademas invadían el mundo de carne de ciervo. 
Muchas veces, cuando comprábamos esta carne de caza congelada, no provenía de las dehesas españolas de,  Andalucía, Extremadura o Castilla, ni siquiera de los afamados cotos de la Selva Negra, o Austria. 

Era  de Australia, o Nueva Zelanda.



Si tenéis interés encontrareis en la red muchas referencias al Slow Food, se puede participar, no solo desde nuestro hogar seleccionado los productos, sino a través de multitud de cursos y encuentros relacionados con la agricultura y con la cocina.


Mi amiga Enrica B. que me introdujo en este apasionante mundo organiza bastantes encuentros, aparte de tener una huerta ecológica a los pies de su restaurante, donde no solo cocina y vende la producción, sino que también podemos comprar las semillas para nuestro huerto.





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