martes, 26 de marzo de 2013

NOTAS DE COCINA DE LEONARDO DA VINCI


 

Vamos a comentar un libro sorprendente.
Es un libro insignificante, de no muchas páginas, con las letras grandes de las novelas. De los que se leen en una tarde y media.
 
Notas de Cocina de Leonardoda Vinci.
Jonathan Routh. Ed. Temas de Hoy 1.999
Aparentemente su título puede parecernos un reclamo del editor, Un artículo de suplemento dominical que ha pasado a ser libro.
Pero cuando lo abrimos empezamos a descubrir que estamos ante algo bastante distinto. El escaso contenido del libro tiene un alcance insospechado y va a suponer una revelación.
El libro está dividido en dos partes fundamentales. Una primera aproximación histórica hacia la vida del maestro. Leonardo en la cocina.
Y una segunda parte constituida por lo que se conoce como el Codex Romanoff. Que después explicaremos.
Con una introducción de José Carlos Capel, Uno de los mejores críticos y articulista gastronómicos. Y un prólogo del Doctor Marino Albinesi, Fiscal general de Roma y Presidente del Circolo Gastronomico d’Italia.
Ya solo con hojear la lista de agradecimientos y estos dos primeros textos empezamos a darnos cuentas de lo que van a contarnos.
Pero, ¿qué es realmente lo que este libro nos cuenta?
Pues ni más ni menos nos habla de que Leonardo da Vinci, una de la figuras calves del renacimiento y de nuestro paradigma cultural. Era en realidad un gran aficionado a la cocina.
Lo que constituyó su verdadera vocación. A la que dedicó una parte importante de su vida y de su talento.
Y más aún, lo que supuso muchas de sus frustraciones, que no cabe duda volcaría en su enorme creatividad artística.
 
Lo primero que nos preguntamos es cómo es posible que un dato de tal relevancia, haya sido desconocido hasta la fecha, o al menos estudiado con poco entusiasmo.
Esto es la parte misteriosa de la historia, que consigue que resulte aún más fascinante.
Si nos fijamos en la contraportada el libro tiene una primera edición en 1.987. Antes de ayer.
Este libro ve la luz a raíz del descubrimiento del mencionado Codex Romanoff, en el año 1.982.  Que fue objeto de estudio y debate en la Bienale Gastronomica de la Toscana de ese año.
El códice, uno de tantos de Leonardo repartidos por los descendientes de sus tres herederos, parece estar depositado en el Museo del Ermitage de San Petersburgo. Aunque este museo no admite tenerlo.
Las noticias se tienen gracias a las copias mecanografiadas en italiano por el señor Pasquale Pisapia, supuestamente copiadas del manuscrito depositado en Rusia.
Parce ser que la teoría más creíble sobre este hecho supone que estos documentos pudieron llegar a este país acompañando a alguno de los cuadros del pintor que tiene este museo.
La Madonna Litta, que fue comprada por el zar Alejandro II en el año 1.865 a la familia milanesa Visconti.


 
O con la Madonna del Fiore, comprada por el zar Nicolás II en el año 1.914 a la familia Benois, proveniente del coleccionista de obras de Leonardo, el príncipe ruso Teodoro Sabachnikoff.
 
Sabachnikoff fue responsable de la unificación del codex de los pájaros, del que forma parte el conocido autorretrato de Leonardo. Y que se encuentra en la Biblioteca Real de Turín, donado por el coleccionista ruso a la familia Saboya en 1.893 .
 
 
 

A pesar de las dudas nos sumergimos en la apasionante lectura.
 
El libro tiene, a mi entender, algunos aspectos interesantes que destacar.
 
Por un lado los datos de la biografía de la vida de Leonardo más vinculados a su faceta de amante de la cocina y de la nutrición.
Desde su infancia Leonardo se encuentra vinculado a la cocina ya que su padrastro (Leonardo era hijo natural del notario florentino Piero da Vinci) era un repostero de Vinci. Accatabriga di Piero del Vacca. Quien inculca al pequeño una pasión desmedida por la comida y los dulces.
A los diez años su padre biologico lo traslada a Florencia al estudio del Verrochio para que pueda tener una educación.
Pero la semilla de la curiosidad por la comida ya había germinado en Leonardo, un niño que entra en la pubertad siendo gordito.
Si leéis la introducción de este blog descubriréis que aparte de compartir la profesión de Arquitecto, y salvando las astronómicas distancias que me separan del maestro Leonardo, yo también fui un niño gordito. De alguna manera es reconfortante.
Aunque reconozco no haber tenido jamás ningún complejo en este sentido.
 
Ya siendo un adolescente trabaja por las noches en la taberna de Los Tres Caracoles, para poder aumentar sus escasos recursos.
Acaba siendo el cocinero de la taberna, con unas innovadoras ideas que le cuestan el puesto. No se rinde.
Cinco años más tarde Leonardo se asocia con Sandro Boticelli, y reabren el mismo local, destruido por un incendio, con el nombre de La Enseña de las Tres Ranas de Sandro y Leonardo. Otro fracaso. Leonardo era un incomprendido. Sus teorías sobre la comida y la nutrición no son entendidas en una época donde comer podía constituir un auténtico extra.
Este fracaso lleva al maestro en el año 1.482 a lo que será su destino principal. La corte Milanesa de Ludovico Sforza, “el Moro”. Como consejero de fortificaciones y además como maestro de festejos y banquetes.
 
 
 
Es aquí, durante los 15 años que ostenta este cargo cuando, supuestamente, Leonardo escribe su manuscrito Romanoff.
El libro está lleno de referencias bien documentadas de la que puede ser la etapa más creativa de Leonardo.
No solo como cocinero sino como constructor de ingenios de lo más variopintos para adaptar las obsoletas cocinas del palacio. Todos ellos de una enorme creatividad, pero inservibles.
Resaltar la anécdota de la maquina cortadora de berros, que al ser probada en un prado cercano acabó con la vida de seis de los operarios que la manejaban. Lo cual supuso convertirla en una eficiente máquina de guerra que Ludovico empleo contra la invasión francesa de Milán.
Hay un aspecto de la vida de Leonardo que ocurre en este periodo, que me parece de un enorme interés.
Harto de los estropicios Ludovico Sforza, sugiere a Leonardo que se retire de la corte una temporada y le encomienda una pintura un muro del refectorio en el Monasterio dominico bajo su protección de Santa Maria delle Grazie.  
El tema. La ultima cena. Sin duda la obra cumbre del artista.
 
Leonardo y sus discípulos tardan tres años en pintar el mural, realizado con la técnica al fresco. Pigmentos naturales aplicados sobre el mortero de cal en fresco.
 
 


La pintura se realizó en tres meses, el tiempo restante, es decir los dos años y tres meses, lo dedico a hacer pruebas y meditar sobre la pintura, y sobre la comida para la cena.
Durante ese tiempo los monjes dispusieron una mesa del tamaño de la del cuadro en la sala, incluido el impoluto mantel blanco. Y estuvieron sirviendo a los modelos todo tipo de manjares que solicitaba Leonardo y los mejores vinos de su bodega hasta dejar el monasterio exhausto de víveres.
Mientras comían Leonardo observaba y tomaba apuntes.
Al final en la mesa, Leonardo dispuso unos panecillos, un puré de nabos y unas rodajas de anguila. Todo ello acompañado de unas copas de vino prácticamente vacías.
Parece ser que sufrió una especie de catarsis con esta obra y a partir de haberla concluido su relación con la comida fue mucho más distante. Buscaba la esencia. Así lo demostró en la época final de su vida.
Estos datos están perfectamente documentados, sobre todo por el cronista oficial, el novelista Matteo Bandelli.
No es difícil suponer que la falta de pago de la manutención por parte de Ludovico el Moro a Leonardo, obligo a que sus discípulos y colaboradores tuvieran que alimentarse de los medios del convento.
 
El final de la vida de Leonardo resulta conmovedor .
Paso sus últimos tres años al servicio del Rey de Francia Francisco I. Contratado por sus conocimientos de cocina.
El rey era un apasionado de la cocina y la mesa y alojó a Leonardo en el caserón de Cloux. Junto al castillo de Ambois, sede de la corte.
Durante este tiempo el rey y su protegido elaboraron multitud de experimentos de cocina y de siembra selectiva de hortalizas y crianza de animales.
En la actualidad aún se conserva el castillo, conocido con el nombre de Clos-Lucé, incluso la huerta que sembró Leonardo .(El Jardín de Leonardo)
 


 
Esta es la razón por la que la Mona Lisa se encuentra en el Louvre, fue un regalo de Leonardo a su anfitrión.
Resulta paradójico que Leonardo dejara en su testamento la mitad de su herencia a su cocinera y sirviente Battista.
Su herencia física consistía fundamentalmente en un viñedo a las afueras de Milán.
 
La segunda parte del libro el Codex Romanoff.
Las supuestas anotaciones de Leonardo correspondientes a su etapa al servicio de Ludovico Sforza en Milán, constituyen en si un documento muy interesante.
No solo nos habla de comida, también de formas de servir la mesa y de organizar las comidas.
Se le atribuye a Leonardo el invento de la servilleta. Con un completo manual de como doblarlas.
La costumbre era atar un conejo con cintas a la silla de los comensales para usar la piel suave del animal para limpiarse las manos. (sic)
Es curioso y hasta cierto punto divertido las recomendaciones de Leonardo de como sentar a un asesino a la mesa y las indicaciones para no manchar el mantel de sangre, así como la forma de limpiarlo si así ocurriera.
Leonardo valora mucho la habilidad y limpieza del asesino favorito del Ludovico.
 
En general resulta muy curioso entender el tipo de alimentación de la época, con una base de polenta.
La pasta aún muy primitiva y rudimentaria, realizada en unas capas de lasaña muy gruesas. Es el propio Leonardo al que se le atribuye la separación de esta pasta en partes más finas para facilitar su cocción. Inventando lo que hoy conocemos como el espagueti. Añadió un tercer diente al tenedor, normalmente de dos, para poder comerlos.
Una comida a base de carnes básicas, obtenidas del descuartizamiento y trituración de los animales, y cocinadas en forma de salchichas muy especiadas para poder conservarlas, huevos, casquería y otras vísceras.
El famoso manjar blanco, de origen español. Hecho a base de macerar carnes con leche, huevos y almendras.
Tenemos que pensar que el desarrollo de la cocina, tal como la conocemos hoy, se produce más entrado el siglo XVII y llega a su punto álgido en el XVIII con la incorporación de hortalizas traídas de américa, como el tomate que mezclado con la pasta llega a ser la comida representativa de Italia.
 
Desde luego este libro, aunque aporta alguna receta, se trata de una cocina demasiado arcaica, y difícil de entender para nuestro gusto y posiblemente para nuestro estómago.
 
A pesar de tratarse de una ficción, aconsejo leer este libro con la mente abierta a la imaginación, descubriréis que somos capaces de reconstruir una forma de vida que nos precedió, y que supone el tránsito a la edad moderna.
Este gran genio que no deja de admirarnos, no era en definitiva más que un ser humano como cualquiera de nosotros.





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